A cada quien lo suyo
Por Rodrigo Martínez.
Universidad Católica obtuvo el décimo título de su historia, cuando aún no cumple un año como sociedad anónima, reflejando el buen trabajo de los cruzados que toma distancia de la labor de los otros dos grandes; Colo Colo y Universidad de Chile. La gerencia técnica de José María Buljubasich, cargo que no existe en Macul y La Cisterna, fue un bálsamo para las relaciones entre cuerpo técnico y dirigencia, una muestra de profesionalización del medio que se debería imitar.
Cuando el “Tati”, vestido de abrigo, terno y corbata, llegó a San Carlos de Apoquindo una fría mañana de invierno, su primera decisión fue rescindir contrato al entrenador de entonces, Marco Antonio Figueroa. Al “fantasma” se le consideraba una persona polémica, que no atendía al perfil del club. Las malas relaciones entre el entrenador y la dirigencia se arrastraban desde su paso como jugador en los noventa, cuando salió en medio de trifulcas, y su contratación al mando del primer equipo no cuajaba entre muchos de los directores.
Se trajo a Juan Antonio Pizzi, un entrenador joven que podría ser moldeado por la gerencia técnica de acuerdo a las necesidades de la UC. A Pizzi se le permitió durante los primeros dos meses experimentar con un constante relevo de jugadores en distintas posiciones. Proceso que fue interrumpido luego de la derrota, en octubre, frente a Colo Colo, que lo alejaba a siete puntos del cuadro de Diego Cagna.
En ese momento Buljubasich se reunió con Pizzi y le señaló que debía adoptar una formación y estilo de juego definido si quería sacar adelante al equipo. El D.T. entendió el mensaje y formó una base con jugadores que manejaban la posición.
Rodolfo Arruabarrena dejó de jugar como central y volvió a su puesto de lateral. Hans Martínez ocupó el medio de la zaga. Rodrigo Ormeño se adueñó del mediocampo en labores de quite y Leandro Díaz se sentó en la banca. Y se dejó a Milovan Mirosevic como creador y a Roberto Gutiérrez en punta, anotando entre los dos 33 goles. El resto era comparsa para la columna vertebral del equipo.
Y los resultados llegaron. Vencieron en las siete fechas restantes, viendo como Colo Colo y la U. de Chile se enredaban, no sólo en la cancha perdiendo puntos, también en los camarines. Peleas entre jugadores, cuerpo técnico y dirigencia, quienes veían como la hinchada pedía cabezas.
Pero en San Carlos saben cuál es la responsabilidad de cada quien. De los jugadores de jugar, del entrenador de dirigir en la cancha, del gerente técnico de evaluar a los anteriores y contratar refuerzos, y de los dirigentes de cobrar en la bolsa cuando se hacen bien las cosas.
Un camino que debería copiar el resto de los 31 equipos profesionales de fútbol, que la mayoría de las veces de profesionales tienen poco, y de equipos de futbol menos.
Fotografía: La Tercera.
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